Los dibujos de Margarita García son como colecciones de cosas perdidas, de cosas que andan por ahí, a la deriva. Algunos parecen no tener ni arriba ni abajo, ni pies ni cabeza. Otros de sus dibujos son solo cabezas, cabezas sin pies y sin cuerpo. De hecho, hay cabezas que ni siquiera tienen rostro; pero sí tienen pelo. Y es que el pelo es omnipresente en sus dibujos: cuando no hay cabellos rubios, o castaños, o negros, cortos o largos, están esas líneas pequeñas, delgadas que se meten por todos lados y que pueden ser vistas como las líneas de la corriente de un río, o como piel. ¿Acaso sus personajes van a la deriva sobre un oso gigantesco? ¿O toda esa gente está perdiendo el pelo?
Vuelvo a las cabezas cortadas, esas acompañadas de piñas o de vasos o pocillos. Esas cabezas son cosas, pues un fragmento de un cuerpo es una cosa. ¿Serán cosas perdidas? ¿O será que es su cuerpo el extraviado? Como sea, falta algo. Faltan partes.
Margarita dibuja fragmentos que uno tiene que acomodar como cosas a las cuales uno tiene que hallarles lugar. Y dibuja frases (algunas prestadas, otras que vienen de su sueños) que son también fragmentos, fragmentos de textos, pedazos de información. Y las dibuja como si fueran cosas. Cosas que también parecen perdidas. Pero Margarita dibuja frases “para abrir caminos”. Es decir, sus textos no cierran el dibujo (así lo acompañen); así como sus dibujos no son ilustraciones de sus textos. Lo subrayo: sus textos también son dibujos (dibujos que necesitan que uno les complete); porque escribir es dibujar.
¿Se perdió?
No se angustie. Sin pánico. Haga lo que hacen los personajes de Margarita que permanecen muy tranquilos, con la boca cerrada, así no tengan norte, no tengan cuerpo, o no tengan ropa. Haga lo que hace Margarita. Ella se deja ir. Se deja llevar por su gusto por los cuerpos, pelos y rostros. Se deja arrastrar por su gusto por los árboles y los pocillos. Se deja ir, impulsada por la pasión que siente por las letras y el color. Se deja empujar por ese caudal pulsante de lo hecho a mano. Se deja guiar, finalmente, por su pasión por el dibujo. Como cuando era niña y se perdía trazando líneas sobre un papel, encontrándolo todo.
Humberto Junca Casas.